Se remonta a obras de la Antigüedad para establecer las modificaciones en los usos y sistemas empleados para la caza a la que generalmente denominamos «caza mayor», de presas de cierto tamaño y que, en ocasiones, requieren un enfrentamiento directo entre el cazador y la presa (jabalí, oso, particularmente), ejercicios que podían asumirse como entrenamientos para la guerra. Son precisamente estos dos animales los privilegiados por los textos de montería españoles, mientras que la tradición francesa se inclina por el ciervo, «como animal noble por excelencia, por su sagacidad, belleza y resistencia física» (p. 26). Tradiciones que pasarían a los siglos sucesivos, acompañadas también de su componente mítico presente en la iconografía: el caballero que se enfrenta al jabalí a pie, armado con lanza o espada, en una acción que representa los valores que deben acompañar a los combatientes.