El mundo medieval recibió como legado de la Antigüedad cristiana tres arquetipos de santidad: el mártir, el monje y el obispo. Este último combinaba la vida activa, el servicio de la palabra con la contemplativa, la oración, representando un nuevo modelo de espiritualidad monástica adaptado a la acción pastoral. A partir de estas premisas se analizan los modelos de santos episcopales aparecidos en fuentes hagiográficas castellano-leonesas del siglo XIII, prestando especial atención a Isidoro de Sevilla, quien junto con el apóstol Santiago ocupaba la primacía en el santoral hispano desde el siglo XI, y por otro lado se estudia la labor de propaganda que tales relatos llevaban a cabo, así como su funcionalidad, bien contextualizada, a través de la figura del hagiógrafo Gil de Zamora.