El autor valora, tras presentar la abundante bibliografía existente, la ficcionalidad o la historicidad del tópico de los golpes épicos. Aborda algunas de sus representaciones en la Chanson de Roland, el Cantar de Mio Cid y la Primera Crónica General, entre otros textos clásicos y medievales, para concluir que «la intención de asombrar a la audiencia o al lector con algo extraordinario era mucho más importante que el deseo de narrar un hecho real» (p. 488).