El desarrollo del género del exemplum en la Península Ibérica está condicionado por la complejidad cultural, y por tanto lingüística, de esta última. Así, a la tensión entre oralidad y escrituralidad, que es característica de este tipo de narrativa breve, debe añadirse en el caso hispano la existencia de dos lenguas de prestigio -o acrolectos-, como son el latín y el árabe, que conviven con una serie de lenguas vulgares -o basolectos-. El resultado es un panorama de gran riqueza, cuyos frutos son obras como el Sendebar o los Siete sabios de Roma, ambas del siglo XIII. La comparación con La historia de Grisel y Mirabella, de Juan de Flores, permite observar la evolución del género ejemplar hasta el siglo XV.