Propone una nueva fuente para interpretar un pasaje de lectura controvertida, tomando la Historia de duobus amantibus de E. Silvio Piccolomini como texto de referencia, tanto para el antiguo autor, como para Fernando de Rojas. Toma así el relevo en la discusión que gira en torno a la debatida posición del manuscrito de Palacio en el stemma, el cual, para algunos filólogos, constituye un testimonio primitivo y anterior a la tradición de la imprenta, mientras que, para otros, representa únicamente una versión más entre las impresas. Sin entrar en el espinoso debate ecdótico, el autor elige un dato textual para argumentar la hipótesis que sostiene que el manuscrito de Palacio revelaría la presencia de una tercera mano, a la cual parece concederle un estatus de autoridad puesto que habría intervenido sobre el texto del antiguo autor.