El libro impreso emula al manuscrito; con la nueva técnica se pretende producir un producto con mejores resultados, pero que no resulte ajeno a los gustos de los compradores, acostumbrados a un modelo preexistente como soporte de la cultura escrita. A partir de aquí, Abad analiza la definición jurídica del libro en España antes y después de la aparición de la imprenta incidiendo en dos cuestiones: las exenciones fiscales a favor de los mercaderes de libros (1480) y el establecimiento de la censura previa (1502). De todos modos, el cuerpo del artículo se dedica a describir los procedimientos del trabajo tipográfico en relación con la de la copia manual y a demostrar que no siempre el nuevo arte es vicario del viejo, sino que responden de modo semejante a unas mismas necesidades, adoptando los tipógrafos todo lo que puede mejorar su producción, dejando de lado lo que no la supone e impulsando nuevas prácticas.