Durante los siglos XIV y XV se constituye un lenguaje literario que corresponde al acceso de nuevas gentes al poder, pero que representa asimismo una apuesta por una cultura que se afirma por su confrontación con las fuentes tradicionales latinas en la elección de posibilidades específicas de la lengua vernácula. Las propias traducciones vernáculas deben verse, no sólo como divulgación de conocimientos y superación de dificultades en el acceso a estos conocimientos, sino también como modalidades de valorización de lo vernáculo, que entonces comienza.