Parte de cuestionar la autoría de la obra e incluso que sea resultado del mecenazgo real, acepta que pertenezcan a esa época pero rechaza su asimilación a los espejos de príncipes o a la «literatura sapiencial de corte árabe» (p. 69). Un detallado análisis de la obra, transmisión y contenidos le llevan a la conclusión siguiente por lo que respecta al género e intención que la impregnan: «Como norma de prudencia convendría, cuando menos, señalar su carácter ambivalente, a caballo entre esas corrientes y las estrictamente religiosas. En esa línea parece prudente limitar el nombre de Sancho IV a la mención de una época y un contexto, caracterizados, al menos por lo que respecta a Castigos, por la emergencia de contenidos y mecanismos de composición que hemos considerado marginales en el terreno aceptado de la literatura secular, y que sólo en casos muy concretos se hacen un sitio en el canon literario (el sermón en prosa del Libro de buen amor, la reelaboración no tan lejana de la expuesta aquí que se realiza en el Arcipreste de Talavera...» (pp. 69-70).