El artículo comienza con una aproximación general de carácter histórico del origen de la imagen estampada en España, se explaya acerca de las particularidades del nacimiento de la imprenta y el grabado en Europa y, en especial, en nuestra geografía. Señala el proceso de secularización del pensamiento que supuso la imprenta, paso fundamental para la edición de textos como, por ejemplo, la Crónica Troyana de Guido de Colonna (Brocar, 1495). En cuanto a los textos relativos al denominado Arte Militar, que comprendían capítulos sobre disciplinas diversas y necesarias para la práctica de la guerra y sobrevivir con éxito, marca como indispensable el apartado dedicado a la arquitectura, ciencia imprescindible para la construcción de fortificaciones. Explica que para abundar en este conocimiento se publicaron a finales del siglo XVI traducciones de textos fundamentales como la interpretación vitruviana de Los diez libros de Architectura de Leon Baptista Alberti, junto con las reediciones originales de De Architectura de Marco Vitruvio Pollion. El eje del artículo gira luego al trabajo sobre la imagen propiamente bélica en la imprenta madrileña en los siglos XVI-XVII. Destaca el triunfo de la capital como centro de producción de imágenes realizadas sobre de la técnica del buril sobre plancha metálica, que se impone a la técnica de la xilografía de madera, aunque llama la atención sobre la escasez de grabadores allí. Acaba afirmando que los Tratados del Arte Militar del siglo XVII se fueron transformando en manuales recopilatorios, cada vez más extensos, de toda la disciplina reconvertida en Ciencia, y que la mayoría de los textos dedicados al tema bélico conservados en la Biblioteca Nacional de Madrid procedían de la Biblioteca del Palacio Real y de la colección particular de Don Pascual Gayangos, a pesar de que son dignas de destacar las bibliotecas de otros coleccionistas de libros sobre materia bélica, como la de la Condesa del Campo Alange, José de Velasco, Aníbal Fernández Thomas, o el Marqués de la Romaña.