La autora traza un panorama de la situación convulsa en que, a finales de la tercera década del siglo XV, vivía el reino de Castilla, bajo el reinado de Juan II. La inestabilidad que imperaba en él estaba marcada por el creciente poderío de los infantes de Aragón y el irredentismo de la alta nobleza, que procuraban la caída del favorito real, el condestable Álvaro de Luna. El trabajo culmina con la boda entre los infantes Pedro de Portugal e Isabel de Castilla, cuyo matrimonio contribuía a afianzar la alianza entre ambos reinos y, en el caso castellano, se aseguraba un aliado ante un posible ataque de Aragón o Navarra.