El autor estudia la presión inquisitorial sufrida tanto por los dueños de las imprentas hispánicas como, y en especial, por los pequeños artesanos que trabajaban en la industria librera. Al ser muchos de ellos extranjeros, sobre todo en los primeros tiempos de la imprenta en España, y trabajar con materiales suceptibles de ser censurados, muchos de ellos fueron sospechosos de diferentes herejías, principalmente luteranismo y otros credos protestantes. El autor ha trabajado mucho la documentación archivística procedente de los procesos inquisitoriales, la cual combina con repertorios al uso sobre la imprenta en el siglo XVI. Para el medievalista son de especial interés las noticas de los primeros impresores establecidos en la península a finales del siglo XV y en las primeras décadas de la siguiente centuria, tanto alemanes (Cofman en Valencia, los Cromberger en Sevilla) como franceses (Brocar en Alcalá) o italianos (Junta en Burgos y Salamanca).