La autoridad literaria: círculos intelectuales y géneros en la Castilla del siglo XV

Autor  SERÉS, Guillermo

Título  La autoridad literaria: círculos intelectuales y géneros en la Castilla del siglo XV

Título revista/libro  Bulletin Hispanique

Año  2007

Volumen  109

Fascículo  2

Páginas  335-383

Resumen
En la primera mitad del siglo XV pueden distinguirse tres grupos intelectuales caracterizados por su grado de relación con la Antigüedad grecolatina y la asimilación del Humanismo italiano. En un primer círculo estarían los intelectuales que asimilaban las novedades de la moda clasicista pero como una actualización erudita de los parámetros medievales (Marqués de Santillana, Juan de Mena, Pedro Díaz de Toledo, Pedro de Portugal o Nuño de Guzmán). Otro círculo intelectual estaría formado por autores que se acercaron a la cultura antigua pero con distanciamiento, cierta asepsia profesional, con la distancia de los glosadores o explanadores, siguiendo los modi legendi de la escolástica (Juan Rodríguez del Padrón o Enrique de Villena). Un tercer círculo, según avance el siglo, estaría formado por los que intuyeron el peligro que había en la lectura y posible asimilación de las nuevas auctoritates, ya que se oponían a los tradicionales parámetros culturales, doctrinales o morales ( Alfonso de Cartagena, Rodrigo Sánchez de Arévalo, Juan Fernández de Híjar, los dos Carvajales y, en parte, Pérez de Guzmán). Sin embargo, este tercer grupo no es uniforme pues otras generaciones de traductores fueron interpretando, con mayor cercanía a los humanistas, textos clásicos o escritos de los humanistas italianos (Vasco Fernández de Lucena, Díaz de Toledo). La progresiva aceptación de la cultura clasicista llevará a la extinción de los tres grupos, que serán relevados generacionalmente por otros poetas. Sirven de enlace los que podrían considerarse poetas de transición, Gómez Manrique y Pero Guillén de Segovia. Jorge Manrique representa la nueva actitud, así como Alonso de Palencia, Diego Rodríguez de Almela, Fernando del Pulgar, Juan de Lucena, sin olvidar la labor de mecenazgo del Cardenal Mendoza o la figura del Príncipe de Viana. Esto implicará que se abandone progresivamente el impostado arte mayor, el estilo latinizante y la ostentación erudita y se tenderá a la poesía más espiritual y a un mayor cultivo de la poesía grave, moral o política. El nuevo canon, el Parnaso después de Santillana y Mena, lo ejemplifica Jorge Manrique. Este cambio hacia la poesía sencilla y moral lo sanciona a final de siglo Juan del Encina.

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