Se ofrece una nueva interpretación a los extraños versos anti-líricos que aparecen en boca de Lucrecia en el acto XIX de la Celestina, y que la crítica no había conseguido explicar satisfactoriamente hasta el momento. La posibilidad de que se trate de un caso de intertextualidad crece a la luz de varios pasajes de Platón, conocido en ambientes salmantinos por las traducciones de Ficino, que parecen guardar una estrecha similitud con los versos celestinescos. El autor justifica la validez de esta lectura mediante un ejercicio comparativo que le lleva a estudiar el símbolo del amor como un lobo dentro de la tradición y en todos los sentidos que asumió.